En los 90's solíamos coger un cassette y presionar el botón Rec de la radio para grabar nuestra canción favorita, si teníamos suerte y el estúpido DJ no hablaba mientras tanto ya teníamos la copia de nuestra canción favorita. Así empecé como pirata.
A finales de aquella época, con la masificación del CD y el formato MP3, si tenías un quemador y eras hombre de negocios podrías armar un buen catálogo melómano y ofrecer un suculento disco a tus amigos o clientes por 20 soles -un precio que iría descendiendo con el abaratamiento del disco compacto. Ahí conocí a varios piratas más.
Una vez que el Internet se masificó a diversas escalas socioeconómicas en el mundo, obtener una canción era tan fácil que ya no tenía sentido ir a comprar discos en las tiendas, ya sean originales o piratas. El mundo en que vivíamos había cambiado, it was the end of the world as we knew it -mismo R.E.M.-, esa brecha entre el material musical de los artistas y nuestros oídos se había acortado demasiado gracias al P2P, los torrents, los share-sites, blogs, etc. ¡Todos se volvieron piratas!
Pero, ¿el mundo se está volviendo delincuente? No lo creo, no del todo (¿Qué? -dirían los defensores de la libertad digital). La dinámica tecnológica ha demostrado que el modelo clásico de la industria musical, esa de grabar discos y distribuirlos en las discotiendas, está en declive simplemente porque existen tecnologías de poder masivo que la gente utiliza para tener la música just-in-time: menos costos y reducción de tiempo para el usuario. ¿Violación a los derechos de autor? Sí, se violan los derechos de autor, aquellos que fueron fijados hace más de medio siglo, en un mundo totalmente distinto al de ahora.
Existen dos tipos de piratas: los que lucran y los que no. Los que lucran son esos que encuentras en las calles viviendo del trabajo de otros y el único costo que tienen es el precio del disco virgen o en blanco; los que no lucramos, bajamos discos gratis y nuestra capacidad de retribución depende mucho de nuestras conciencias.
Cuando estaba en secundaria, un pirata me prestó su cassette del álbum "Desde el sótano" de 6 Voltios (ilegal), me gustó y compré no sólo uno sino 4 discos a lo largo del tiempo (legal). Curioso, una acción ilegal generó 4 compras legales. Además, me gustaba esa consigna de los rockeros locales: "Ayuda crecer a tu escena, no compres piratería", y la gente compraba los discos. Cómo detestaba a los que compraban discos piratas, malditos, esos que lucraban con el trabajo de otros. Sin embargo, esa tentación tecnología del download-now-for-free de nuestros últimos tiempos ha impactado fuertemente en las ventas legales y el "apoyo a la escena" se trasladó de compra de discos a asistencia a conciertos, el producto "CD" perdió valor mientras que el valor del producto "concierto" aumentó. Lamentablemente éste último producto no es de disposición de las disqueras locales e internacionales -existen excepciones- y a eso se debe que se creen asociaciones de "defensa de derechos de autores y editores" que más pinta tienen de asociación de "defensa de las disqueras". En España, la todopoderosa Sociedad General de Autores y Editores (SGAE); en Perú, la amenazante Asociación Peruana de Autores y Compositores (APDAYC).
La APDAYC -al igual que su hermana y mentora española- se ha convertido en un mal chiste que llega a cobrar en fiestas, matrimonios, festivales gratuitos e incluso a las bandas que tocan sus propias canciones, absurdo. La existencia de este tipo de instituciones demuestra claramente que los derechos de autor necesitan ser repensados en un mundo donde compartir -pues sí, un claro ejemplo es el crecimiento de Linux- es una característica fundamental del Internet y de nuestras vidas. No se trata de tumbar el copyright e imponer el copyleft, GPL, Creative Commons y otras licencias más liberales, pues tales alternativas pueden coexistir, sino de adaptar las leyes a la conectividad de las personas, a la creación colectiva y a la rapidez difusión de la información y conocimiento.
Este post no trata de criticar sólo a las disqueras y asociaciones abusivas, también pretende que los piratas no lucrativos reflexionemos. ¿Con qué derecho algunos descargamos decenas de discos con copyright sin retribuir nada a cambio? Pontificamos sobre la modernidad de los tiempos, que iTunes es lo máximo, que los modelos de negocio deben cambiar (y seguramente muchos no saben qué significa "modelo de negocio"), que la libertad digital (cuando algunos conocen bien el download pero jamás han usado el upload) pero olvidamos que una pizca de ética debe permanecer dentro de nosotros hasta el final de nuestra existencia. Cito a Hildebrandt:
Ahí Hildebrant toca bien el tema sobre la ética de los usuarios y los comercializadores ilegales, pero se olvidó de mencionar a la monstruosa APDAYC, esa que vive del trabajo de los artistas peruanos, que se aferra a una ley cuyo alcance no advertimos a tiempo los ciudadanos, esa que se cree dueña de los sonidos en los aires peruanos. Los usuarios debemos estar alertas y evitar los atropellos de esa institución presidida por Armando Massé -quien desprecia a la Creative Commons-, pero también debemos ser concientes que en el Perú ser músico no resulta tan rentable y nosotros hemos contribuido a eso, aunque usted no lo crea. En mi caso, jamás le perdonaré a APDAYC por cobrarle a mi facultad S/.300 en una fiesta gratuita donde una orquesta cantó canciones de algún grupo cumbiambero asociado, tremenda estupidez.
Hay en el Perú unos criollazos disfrazados de anarquistas y de archiliberales que lo que pretenden es que no haya legislación sobre la piratería ni definición de lo que es monra electrónica, ni castigo alguno para el robo de los intangibles.
Los músicos la tienen difícil y algunos con creatividad se han adaptado a los tiempos apelando a la confianza en sus fans: Coldplay me envía a mi correo sus singles, Radiohead pide que pagues "lo que tu voluntad desee" al descargar un disco, los anarquistas Hachazo se han conseguido muchos seguidores al poner su disco a libre disposición transcurridos algunos meses después de su lanzamiento. La confianza genera confianza. Esa cercanía del usuario-artista ha hecho que si bien la cadena de valor discográfica no resulte tan rentable a veces se genere un nuevo "sistema de valor musical" en el cual los conciertos y souveniers -como plato principal- sean irresisitibles a los bolsillos de los consumidores. En esa relación de confianza y cercanía no encajan las disqueras codiciosas y los burócratas pseudo defensores.
Yo soy un pirata, descargo discos de Rapidshare y recurro a Avaxhome, a veces entro al Blip.fm o escucho radio por internet, me gustan tanto los grupos que escucho que me provoca ir a sus conciertos y comprar sus discos. ¡Entiende eso APDAYC!
Reflexión: ¿Y la industria editorial, la de los libros? ¿Hay más piratas a la vista?
Imagen: Antena Misionera
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