[Luego de mi post "Toros y Olé (parte I)" los días pasaron, entre exámenes parciales, y me topé con un cartel pegado: Peru Antitaurino. Revisé su web y me puse a leer unas cosillas. Encontré entonces un artículo escrito por César Hildebrandt acerca de uno de los "patrocinadores de la barbarie": El diario El Comercio.]
Por César Hildrebandt
Publicado en el diario La Primera
Por César Hildrebandt
Publicado en el diario La Primera
El diario más viejo del Perú –el más viejo del mundo probablemente, el metafóricamente antiquísimo El Comercio– ama la muerte de las bestias. Por eso es que tiene una página “taurófila” malescrita pero tenaz y por eso es que el viernes pasado nos lanzó a la cara las más repugnantes fotos que este escribidor y amante de los animales haya visto jamás: una res, amarrada al poste que la aproxima a la muerte, mira a la cámara pidiendo auxilio desde sus ojos exaltados; otra res, ya masacrada, yace junto a un charco de sangre y sanguaza mientras un camalero la empieza a jalar del rabo, sabiendo que se deslizará fácilmente en esos propios líquidos acabados de derramar.
Esta última foto ocupa la mitad de una página de este papelote que nada, sino regocijo, siente por la muerte de las bestias. Claro, un diario que dice que el espectáculo de Acho es pariente consanguíneo del arte no podía privarse de exhibir las fotos del camal de Chincha en plena actividad y en plena muerte. Sólo que esta vez se pasó de la raya. He hablado con algunas personas que comparten mi hermandad con los animales y me han dicho lo que yo pensé desde que vi esas fotos: El Comercio no tiene derecho de exhibir su tanatolatría como si fuera una virtud, siendo, como es, una de sus vergüenzas.
Y publica esas fotos atroces con un titular que le debe resultar familiar: “Alerta para matarifes”. Lo que no sabe es que ha alertado a muchos de sus lectores respecto del carácter malsano de algunos de sus editores, entre ellos el señor que escribe los “editoriales” de primera página, el señorón de tonterías tan sistemáticas y huachafadas tan redondas que, para usar el lenguaje de la tradición, podría ser tomado como el Belmonte de los Forrest Gump (de todo el mundo mundial, como diría el entrañable personaje del cine).
El Comercio nunca deja de sorprender con sus majaderías. El lunes 30 de julio del 2007, en la página once (tenía que ser) de ese cuadernillo que titula “Luces” y que alumbra la cultura peruana con su foco ahorrador de 25 vatios, se permitió publicar un artículo titulado “Un mecanismo anula el dolor al toro bravo en la lidia”.
Ya el título era idiota y hubiese bastado con él, pero un señor de nombre Bartolomé Puigróss, editor de esa sección, se lanzó a recoger la tesis de un madrileño que debe ser plumífero a sueldo de los matarifes con culito (o sea los toreros), y que ha llegado a la conclusión de que las betaendorfinas (hormonas del placer) liberadas en la lidia neutralizan el dolor del toro. Es más, el plumífero en cuestión señala que los toros que no son arponeados por las banderillas ni desgarrados por la pica ni finalmente asesinados por un analfabeto vestido de maricón (o sea el torero otra vez), es decir los toros bien tratados como en Portugal, ésos sufren más que los banderillados y los matados lentamente en las plazas de la barbarie.
Un encanto de teoría, en resumen. Una tesis “científica” escrita por alguien que acaba de sufrir un severo accidente cerebrovascular. Ya quisiera tener al citado plumífero madrileño, presentado en El Comercio como si de Gregorio Marañón se tratara, a mi alcance para ponerlo bajo el mandato interrogador de don Martín Rivas. Estoy convencido de que sus betaendorfinas se multiplicarían como células cancerosas al ver al maestro Rivas, en traje de luces, preparar sus alicates, afilar el bisturí, enchufar el cuchillo Moulinex y hacerle recordar las mejores imágenes de “Maratón de la muerte”, cuando a Dustin Hoffman un nazi le perfora un diente sano. ¡Cómo gozaría! ¡De qué modo neutralizaría todo asomo de sufrimiento gracias al chorreo de betaendorfinas! ¡Exijo verlo en tan dulce trance!
Pero, claro, así es El Comercio: un diario que ama el cuplé, baila con el pasodoble, homenajea implícitamente a diario a su fundador chileno, dice que los toreros son tan artistas como El Greco –aunque su director crea que el Greco se casó con Jacqueline Kennedy– y sólo es moderno cuando los chicos de Somos hacen su trabajo o cuando Falabella se pone gótica y nos avienta a sus modelos con ropa y todo.
Lo que El Comercio toca lo envejece. He visto a columnistas briosos adquirir un aire ceniciento a poco de instalarse en sus dominios. He visto a articulistas llenos de promesas perecer ahogados en la sopa de sobre de ese estilo que debe haber inventado Foncho Miró Quesada: consomé de nada, insipidez a ocho columnas. He visto a cronistas talentosísimos huir de la guadaña igualadora con la que los jefes de ese diario decapitan las anomalías del ingenio. Ese diario es como una wikipedia pero con ábacos: cree en el punto de vista neutral (de hecho fue neutral frente al fascismo de los años 30) y se niega a amanecer en el siglo XXI. Por eso ama las páginas de sociales, que recuerdan a “Variedades” de los años 30 del siglo pasado, y por eso se permite hacer, cada semana, la apología de esa matanza a la que acuden, por lo general, las que huelen a Chanel y los que se esfuerzan de madridismo bamba ensalivando un “Cohiba”.
Por eso “El Comercio” parece todavía, a pesar de ser el mejor diario del país (cómo será la crisis de la prensa peruana), el mausoleo que tanto odió don Manuel González Prada.
2 comentarios:
Para ser sincero. no soy un asiduo lector.Me encanta la pintura en cambio,y quisiera citar una frase de leonardo da vinci:
"Llegará el momento en que el hombre verá el asesinato de los animales como ahora vé el asesinato de los hombres”.
racso wenceslao
Precisa reflexión ;)
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