I and Thou (fragmento)
Nuestro pensamiento actual ha establecido una creencia más tenaz y opresiva en la fatalidad de la que jamás existió. No importa cuánto se diga acerca de las leyes que consideramos ciertas acerca de la vida... en la base de todas ellas se halla la posesión por proceso, es decir, por causalidad ilimitada. Pero el dogma por proceso no deja espacio para la libertad, cuya serena fuerza cambia la faz de la Tierra. Este dogma no conoce al hombre que afronta la lucha universal, desgarra la telaraña de los instintos comunes y agita, rejuvenece y transforma las estructuras estables de la historia.
Lo único que puede transformarse en fatalidad para el hombre es la creencia en la fatalidad. El hombre libre es aquel que ejerce la voluntad sin obstinación arbitraria. Cree en el destino, y cree que ese destino lo necesita. Ese destino no es un tutelaje sino que lo aguarda; el hombre debe ir hacia él, mas ignora dónde encontrarlo. Sin embargo, se sabe que debe buscarlo con todo su ser. Las cosas no resultarán según sus decisiones; pero lo que ocurra sólo ocurrirá cuando él decida cuál es su voluntad. Debe sacrificar un albedrío mezquino, esclavizado, controlado por cosas e instintos, a un albedrío dotado de grandeza, el cual prefiere el ser destinado al ser definido.
Luego ya no interviene nada más, pero tampoco permanece pasivo. Está alerta a aquello que emerge de sí mismo, buscando un rumbo para ser en el mundo; mas no está alerta para buscar apoyo en ello, sino para llevarlo a la realidad tal como ello desea.
Nuestro pensamiento actual ha establecido una creencia más tenaz y opresiva en la fatalidad de la que jamás existió. No importa cuánto se diga acerca de las leyes que consideramos ciertas acerca de la vida... en la base de todas ellas se halla la posesión por proceso, es decir, por causalidad ilimitada. Pero el dogma por proceso no deja espacio para la libertad, cuya serena fuerza cambia la faz de la Tierra. Este dogma no conoce al hombre que afronta la lucha universal, desgarra la telaraña de los instintos comunes y agita, rejuvenece y transforma las estructuras estables de la historia.
Lo único que puede transformarse en fatalidad para el hombre es la creencia en la fatalidad. El hombre libre es aquel que ejerce la voluntad sin obstinación arbitraria. Cree en el destino, y cree que ese destino lo necesita. Ese destino no es un tutelaje sino que lo aguarda; el hombre debe ir hacia él, mas ignora dónde encontrarlo. Sin embargo, se sabe que debe buscarlo con todo su ser. Las cosas no resultarán según sus decisiones; pero lo que ocurra sólo ocurrirá cuando él decida cuál es su voluntad. Debe sacrificar un albedrío mezquino, esclavizado, controlado por cosas e instintos, a un albedrío dotado de grandeza, el cual prefiere el ser destinado al ser definido.
Luego ya no interviene nada más, pero tampoco permanece pasivo. Está alerta a aquello que emerge de sí mismo, buscando un rumbo para ser en el mundo; mas no está alerta para buscar apoyo en ello, sino para llevarlo a la realidad tal como ello desea.
2 comentarios:
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