Vivir en un lugar completamente diferente al lugar donde naciste supone vivir nuevas experiencias y sobretodo, nuevos retos. También supone una preparación previa o una predisposición a aceptar nuevas reglas de una sociedad que no se detiene por el hecho de tenerte en sus espacios. Esta relación entre el visitante y su nueva realidad puede resultar muy entretenida, con ciertos sabores a confusión en menor o mayor medida.
Comencé mis primeros trainings en Lima, principalmente porque quería llegar a Francia con un nivel de francés aceptable, no solamente para los parámetros de la Alianza Francesa. Y no fue tan complicado, me hice de pocos pero buenos amigos. De ellos obtuve no solamente información primaria sobre lugares para visitar, sino también algunas costumbres y maneras de pensar francesas.
Descubrí en Lima que ofrecer pagar la cuenta de un café o un sandwich a una chica europea era prácticamente una invitación a tener "algo más" (y no un simple acto de cortesía pagando algo que casi no cuesta nada), o que los cigarros en cajetilla son muy caros en Europa por lo que la gente prefiere comprar tabaco y hojas especiales para armar uno. Recuerdo cuando una amiga armó un cigarro en Pizza Hut y yo juré que se trataba de marihuana. Qué inocente soy a veces.
"Cuando llegues a Francia, no andes diciendo a todo el mundo que eres extranjero, la gente no está muy simpática en estos tiempos", me dijo otra amiga francesa. Era enero o febrero de 2012, épocas electorales en la tierra del baguette y el buen vino, con Sarkozy y Hollande como actores principales. Le dije a mi amiga que lo iba a tener en consideración. Luego me habló de la vida cara en París, y de que podía contar con ella para cualquier cosa que necesitara. Apuntado.
"Cuando llegues a Francia, no andes diciendo a todo el mundo que eres extranjero, la gente no está muy simpática en estos tiempos", me dijo otra amiga francesa. Era enero o febrero de 2012, épocas electorales en la tierra del baguette y el buen vino, con Sarkozy y Hollande como actores principales. Le dije a mi amiga que lo iba a tener en consideración. Luego me habló de la vida cara en París, y de que podía contar con ella para cualquier cosa que necesitara. Apuntado.
Al otro mundo real
Después de haber llegado a París y haberme trasladado a Aix-en-Provence, empezó mi immersión "en producción" (como se dice en el mundo informático). Apoyado esporádica pero eficientemente por mis amigos peruanos, recibí un overview complementario de cómo funciona Francia: ser siempre cortés (bonjour, bonne soirée, merci) y no esperar mucho de las personas (no porque sean malas, sino porque c'est la culture). Bajo esos dos principios me muevo, pero agregué uno más: ser solidario. Este último principio creo que ha tenido más cabida con otros extranjeros quienes tienen más problemas que los locales: ¿cómo pagar la mutual?¿dónde consigo el formulario para los reembolsos? ¿qué servicio de bajo costo en celulares es mejor? ¿cómo se llega a Carrefour? Oh sí, nunca olvidaré que me regalaron un vino por el simple hecho de prestar una bolsa de dormir (Ucrania rules!).
Ojo, una cosa es ser solidario y otra es ser "caballero". Este último se me ha vuelto un concepto demasiado difuso y a veces no sé cómo ciertos actos podrían ser calificados. La ayuda a una amiga para llevar una de las dos bolsas que carga después de salir del supermercado, las cuales deben pesar mucho, podría ser simplemente rechazada. Lo mismo puede ocurrir al ofrecer servir agua en el almuerzo cuando estás con tus colegas. "No, yo me sirvo", podría ser la frase que recibas de alguien en la mesa, donde no sabrías calificar esa respuesta como atorrantería pura o recurrir a la siguiente pregunta: c'est la culture?
Existen momentos en que uno no hace absolutamente nada y las personas son súper amables. Personas que te ofrecen un almuerzo en sus casas y un recorrido por su ciudad. ¿Más vino? ¿Más carne? ¿Más queso? ¿Más ensalada? Personas que simplemente te conocen en una reunión y a la próxima semana te invitan a otra reunión. C'est gentil. Pero, atención aquí. Si se te ocurre rechazar una invitación francesa, por el motivo que fuese, olvídate a ser invitado de nuevo (los extranjeros sí te pueden invitar de nuevo). Creo no haber aceptado tres y suspendido una asistencia a última hora: nunca más me invitaron. Algo muy distinto a Perú, donde te pueden invitar muchas veces y nunca puedes ir (como algunos amigos míos bien flojos a quienes no mencionaré, je je).
Otro elemento crucial para la integración es el idioma, como lo mencioné en un post anterior. El francés es muy exigente con su idioma ("nos hemos esforzado tanto en aprenderlo que nos gusta que otros lo usen bien", me dijo la amiga del cigarrillo en Pizza Hut) y cuando un extranjero lo habla mal o comete faltas con algunas palabras, los francófonos más conservadores podrían poner el rostro como si estuvieran chupando limón. Y si un francés te responde en inglés, me atrevo a decir que se convierte en la rendición a todo tipo de comunicación más estrecha y amical. Désolé.
Mi casa, tu casa
Ir de viaje por vacaciones y ser alojado en la casa de algún amigo es el examen más riguroso, creo yo, del encuentro de dos culturas distintas. Porque ya no solamente se trata de conversar con un amigo unos minutos, se trata de vivir con él y poner a prueba la tolerancia por horas consecutivas. En Lima, ya había recibido personas sin problemas, pero Europa tiene otras reglas, reglas que tú vas aprendiendo en el camino.
En París, por ejemplo, aprendí que la gente prefiere sentarse cara a cara en los metros cuando andan en parejas que sentarse uno al lado del otro como lo hacemos en Perú (o en Latinoamérica, tal vez), que en las discotecas bailar en pareja es quite weird, que los bricheros franceses son los buitres más jodidos del mundo (si vas solo a bailar con dos amigas, por simples matemáticas, un francés estará dispuesto a ¿apoyarte bailando? WTF), que tus inocentes y socialmente aceptadas (en Perú) ironías pueden caerles pesadas a algunas personas y que te mirarán raro si te quedas con el saco puesto dentro de una casa.
En Frankfurt, aprendí que si tu anfitrión te dice "siéntete libre de tomar lo que quieras" es que de verdad tienes la potestad de abrir la refrigeradora y servirte agua si tienes sed, algo realmente diferente en Perú donde estamos acostumbrados a servir al invitado hasta que diga "ahí nomás, gracias". Esto último no es bien visto por los europeos. "Esperas a que te sirva como si fuera tu madre", me dijo mi host. Auch.
Que siga el carnaval
Este post puede ser interpretado como un pliego de reclamos ante los látigos de una "cruel sociedad", lo cual se aleja mucho de ser verdad. Europa es un lindo continente con gente increíble. Nimes, Marsella, Bruselas, Colonia, Roma, París, Frankfurt, Bonn y otras ciudades lo han demostrado. Pero, vamos, los culture shocks son parte de la vida real de un extranjero y no pude aguantar la tentación de escribir sobre ellos. Después de 8 meses en Francia, puedo decir que me encanta mi ciudad mucho más. Aix-en-Provence tiene aspectos muy valorables: historia, diversidad cultural, excelente ubicación geográfica y no tengo que tomar taxis para regresar a mi habitación después de las soirées. Por último, es grato saber que cuando los amigos se marchan a sus provincias o países de origen, te ofrecen un lugar para pasar las vacaciones. Santé!
P.S.: También aprendí que el "Waka Waka" de Shakira es una canción apta para discotecas. Quién lo diría.